Delgado M., Misischia B., Muñoz S. y Zarenchansky G. (2021) Transiciones entre ser docente y el oficio de
estudiante ingresante en carreras en educación. CAMPO UNIVERSITARIO / Año 2. Nº4 / Agosto-Diciembre
2021 / ISSN: 2718-6121
Un elemento que se retoma del encuadre de la asignatura y aparece en esta propuesta de las rondas
de lectura-escritura es la perspectiva narrativa y la centralidad de la experiencia. Plantean Van
Manen (2003) “la experiencia vivida tiene, en primer lugar, una estructura temporal: nunca puede
entenderse en su manifestación inmediata, sino sólo de un modo reflexivo, en tanto que presencia
pasada”, (pp. 56) anudando en el eje central del carácter reflexivo enunciado anteriormente. Avanza
el autor en la relación entre experiencia y pedagogía, comprendiendo a esta última no como un
conjunto de habilidades o competencias que se poseen, sino como algo que como docentes tenemos
que “recuperar, recobrar, volver a capturar, en el sentido de recordar. Cada situación en la que actúo
educacionalmente […] requiere que yo sea sensible de un modo continuo y reflexivo a aquello que
me autoriza en tanto que profesor […] Justamente porque la pedagogía es, en un sentido último o
definitivo, insondable, plantea una invitación incansable a la actividad creativa de la reflexión
pedagógica que hace salir a la luz el significado profundo de la pedagogía” (pp. 165).
De este modo, la narrativa, entendida como un mecanismo para organizar nuestro conocimiento y
como un vehículo en el proceso educativo (Bruner, 1998), en ámbitos formativos contribuye a la
generación de saberes sobre los propios procesos de actuación. Además, el interjuego entre lectura
y escritura que se da en el proceso formativo a través de la narrativa, contribuye, en tanto posición
de lector/a a explorar e interpretar el propio mundo a partir de lo que ocurre en los textos y en tanto
posición de escritor/a a salirse de la cotidianidad para expresar ideas propias, dejar volar la
imaginación, elaborar descripciones de interés pedagógico de lo que ocurre en la práctica, plantear
y resolver problemas de forma insospechada.
No solo de nuestras experiencias, sino también de aquellas otras que nos llegan por medio de
historias en las que se expresa la trama de acontecimientos, subjetividades y contextos en la que se
vive y se transmite la complejidad vital de una experiencia. Historias en las que, como participantes
y receptores, completamos su significado (Ricoeur, 1995). Tomar la fuerza de las experiencias,
propias y ajenas, y profundizar en ellas para preguntarnos por el sentido y las posibilidades de la
educación y de la enseñanza es un modo de prepararnos para seguir haciéndolo a lo largo de nuestra
vida.” Contreras, J., Quiles Fernandez, E. y Paredes Santín, A. (2019).