Chiramberro, M. S. (2021) La virtualidad como potenciadora de propuestas de aprendizaje colaborativo para
generar experiencias significativas de aprendizaje. CAMPO UNIVERSITARIO / Año 2. Nº4 / Agosto-Diciembre
2021 / ISSN: 2718-6121
primero, y desde una perspectiva psicosocial el segundo, han trazado las líneas para pensar este tipo
de aprendizaje con otros. Desde nuestra mirada actual, quisiéramos tomar de esas teorías del
aprendizaje la riqueza que ha podido legar de sus estudios en los años 60 y 70 del siglo XX y
enriquecerlas con las posibilidades actuales que la tecnología facilita.
Siguiendo a Calzadilla (2002) entendemos que en el aprendizaje colaborativo “cada participante
asume su propio ritmo y potencialidades, impregnando la actividad de autonomía, pero cada
uno comprende la necesidad de aportar lo mejor de sí al grupo para lograr un resultado
sinérgico, al que ninguno accedería por sus propios medios” (p. 4). El resultado de este trabajo
impacta en los procesos individuales de cada estudiante, como así también en las relaciones
interpersonales y la productividad.
En todo proceso de enseñanza aprendizaje, sea colaborativo o de producción individual se configura
una relación pedagógica entre el docente, los alumnos y el conocimiento (Souto, 1993); en esa triada
se pone en juego el poder pedagógico como articulador del grupo de aprendizaje, entendemos que
este poder es detentado por el docente quien además de poseer el conocimiento, tiene un lugar y un
significado distinto a los demás, en la relación pedagógica, recuperando a Souto (1993) “El
conocimiento en sí mismo tiene un valor social que instaura relaciones de asimetría al interior de
los grupos de aprendizaje y clases escolares” (p.152). Nos preguntamos entonces, desde la mirada
del aprendizaje colaborativo ¿Qué rol/posición asume el docente cuando intenta promover que sus
estudiantes sean quienes asuman la responsabilidad del proceso de aprendizaje?
Durante la elaboración de un trabajo a partir de la propuesta de una tarea colaborativa, el docente
debe posicionarse como mediador en el proceso de aprendizaje, que tiene al grupo como
protagonista en la resolución colectiva de la tarea propuesta.
Para poder asumir ese rol, es necesario un trabajo previo con el grupo, ya que el aprendizaje
colaborativo exige el desarrollo de competencias que resultan elementales para que las producciones
obtenidas trasciendan la mera sumatoria de las intervenciones de los integrantes de un grupo y se
alcance efectivamente el trabajo de producción colaborativa. Siguiendo a Calzadilla (2002),
desarrollar y potenciar procesos cognitivos como “la observación, el análisis, la capacidad de síntesis,
el seguir instrucciones, comparar, clasificar, tomas decisiones y resolver problemas, en los que la
interacción enriquece los resultados y estimula la creatividad” (p. 5) son las claves para proponer
actividades colaborativas que puedan ser resueltas de esa manera.