Taller de Arqueología Abierto a la Comunidad
Mediante esta experiencia pude aproximarme a la diversidad de miradas desde las que se observa el
material arqueológico y el pasado en general en San Antonio de los Cobres. Por ejemplo, el personal
de gendarmería expresaba su postura desde la prevención del delito en torno al patrimonio
arqueológico, mientras que aquellos vinculados al turismo preguntaban por la historia relativa a los
sitios más emblemáticos de la región. Por su parte, los y las docentes consultaban acerca de la
posibilidad de un proyecto para determinar la fecha de fundación de San Antonio de los Cobres,
aspecto que hasta el día hoy está en discusión.
Por su parte, respecto de los representantes de comunidades indígenas y los y las habitantes de los
parajes cercanos al pueblo, se dio un hecho en principio desalentador, aunque luego sumamente
interesante. Me refiero al poco interés expresado de su parte acerca de la cronología de diferentes
sitios arqueológicos y objetos conocidos por ellos. En una primera apreciación, parecía que ese
tiempo “cronométrico” propio de la arqueología (Kusch, 1999 [1962], p. 115) no les resultaba
interesante. Esto concordaba con lo que había percibido un año atrás, en 2014, en tres charlas
informales. Dos de ellas ocurridas en el marco de una feria de productos autóctonos, mientras que
la restante fue con una artesana, en su propio puesto del Mercado Artesanal. En todos los casos
intenté dialogar acerca de la antigüedad de sitios arqueológicos de la región, como Matancillas o
Ramadas Perfil Norte (Muscio 2011) los cuales tienen fechados en torno a los 2000 y 5000 años de
antigüedad respectivamente, pero sin encontrar un interés de parte de mis interlocutores, que se
tradujera en preguntas o pedido de mayor información. Sin embargo, este aparente desinterés no
significa que la antigüedad de los sitios y objetos, y en última instancia prácticas culturales, no fuera
de su incumbencia, sino que tal vez, esa antigüedad fuera pensada de otro modo (Delfino y Rodríguez
1991, Vaquer et al., 2020), aspecto que comencé a considerar desde entonces como hipótesis de
trabajo.
Es así que con el transcurrir de los encuentros, fueron especialmente los representantes de
comunidades indígenas y habitantes de los parajes, quienes hicieron mención a actividades como el
hilado con puska y muyuna ; la artesanía en cerámica; el modo de vida pastoril, centrado en el
cuidado de la hacienda, incluyendo llamas, cabras y ovejas; y el uso de objetos de molienda de piedra
como pecanas, conas y morteros . Se trata de actividades que, a su vez, también se las registra en los
sitios arqueológicos a partir de sus trazas materiales. Lo interesante es que, al referirse a la